El síndrome del Emperador

El síndrome del emperador, también conocido como del niño rey, o del niño tirano, es cada vez más común en las familias y hace referencia a la situación en la cual, el niño, desarrolla poder y autoridad sobre sus padres llegando a, en los casos más complejos, ejercer maltrato hacia ellos. En estos casos extremos pueden presentarse ataques físicos como morder, golpear, empujar, lanzar y romper objetos pudiendo aparecer también amenazas verbales y no verbales, lo que convierte estos episodios en una situación muy delicada y compleja de violencia filió-parental. Entre las diferentes definiciones del síndrome, se mencionan como una característica de este, las presencia reiterada de situaciones donde los niños abusan y provocan miedo a sus padres teniendo una clara intención de intimidarlos y dañarlos, exhibido una gran falta de tolerancia a la frustración y manifestando un completo autoritarismo a la hora de decidir cuándo y cómo quieren hacer las cosas, alterando profundamente una etapa donde el niño debiera ser feliz y motivo de felicidad también para sus padres.

Causas de síndrome del Emperador

Existen múltiples factores que actúan como causales para que este síndrome se presente en los menores, desde aspectos genéticos, ambientales y características en la relación padre hijo. La vida moderna, con una carga de obligaciones cada vez más grande, con procesos y exigencias que requieren resoluciones cada vez más inmediatas y una tendencia absoluta hacia el exitismo, facilitan escenarios para que los niños desarrollen este tipo de síndrome. La principal problemática involucrada en la aparición de este síndrome es la falta de conciencia en el individuo. Respecto al punto de vista genético, se ha observado que los niños con este síndrome, presentan una estructura cerebral que altera y entorpece los vínculos afectivos y el proceso de desarrollo de la conciencia. Generalmente, son menores que, desde su estructura genética, tienen dificultades para experimentar emociones como la empatía, la compasión, el respeto o la responsabilidad, lo que facilita la ausencia del sentimiento de culpa, desarrollando una relación totalmente utilitaria con sus padres, utilizándolos como herramientas que los ayudan a saciar sus impulsos y conseguir sus objetivos, sin tener ninguna consideración de las consecuencias que estas conductas pudieran tener en su entorno. Estos niños tienen una tendencia a presentar problemas en el aprendizaje, promoviendo en los padres una constante y especial preocupación por su educación lo que, muchas veces, termina siendo una excusa para que aparezcan más conflictos.

Desde el punto de vista del contexto familiar, en muchos casos, los padres de estos niños maltratadores tienen dificultades tanto en aspectos prácticos, como educativos. La ausencia de tiempo para dedicar a la crianza, es un factor muy presente en la mayoría de estos casos lo que dificulta todos los procesos de formación, interfiriendo también en el desarrollo de vínculos afectivos. Al mismo tiempo, se advierte en los padres una ausencia de herramientas y habilidades con las que puedan establecer una relación vertical de respeto y autoridad con sus hijos y desde donde puedan emprender de buena forma, la labor educativa hacia ellos. Como consecuencia de lo anterior, existe un vacío de valores y normas morales, por lo que, al niño, se le permite todo tipo de actitudes debido a la inexistencia de estos códigos lo que impide por un lado la posibilidad de imponer castigos proporcionales y, al mismo tiempo, que el niño asuma la responsabilidad de sus actos. Por ejemplo, estos niños suelen tener rabietas en lugares públicos, utilizándolas como una forma de manipulación y control, logrando imponer siempre su voluntad y doblegando así, la autoridad de sus padres hacia ellos. Este escenario propicia en los menores la creencia de tener la capacidad y autoridad para realizar cualquier cosa que le parezca. Estas conductas se extrapolan en todos los aspectos de la vida del menor, en el ámbito escolar, los profesores, no logran desarrollar ninguna autoridad sobre ellos y, socialmente, desarrollan una relación egocéntrica y egoísta con su entorno.

El círculo vicioso de la agresión

Es muy común que, los padres, traten de encontrar solución a las conductas autoritarias de sus hijos, afrontándolas con estrategias de diferente naturaleza lo que, generalmente, solo consigue que la violencia y las agresiones se vuelven más intensas. En un primer momento, los progenitores se dan cuenta de que cuando enfrentan las situaciones de conflicto, ya sea castigando o reprimiendo, obtienen el efecto contrario al esperado, pues la frecuencia e intensidad del comportamiento agresivo aumenta y se intensifica. Como una alternativa a esto, suelen probar cambiando de estrategia y adoptan una posición más conciliadora y persuasiva, buscando transmitir a su hijo que lo aceptan y entienden. Esta actitud no despierta ningún acercamiento, ni respuesta positiva por parte del niño sino que, solamente logra su indiferencia hacia las muestras de afecto y preocupación. Todo este proceso donde los padres buscan y ofrecen diferentes maneras de acercamiento y donde el niño no responde ni cede a ninguna de ellas, genera una sensación de frustración, rabia e irritabilidad en los padres, que se sienten indefensos y sin herramientas con las que afrontar esta problemática. La dinámica se vuelve cada vez más compleja y tanto el menor, como sus padres, responden intentando dominarla, imponiendo sus condiciones, lo que generalmente es inútil y contraproducente, provocando cada vez más violencia.

En consecuencia, este tipo de comportamiento, presenta dos modalidades de aumento de la violencia.

  • Escalada de dominio: Cada vez que los padres se muestran comprensivos y cercanos al niño, este aprovecha para aumentar sus exigencias.
  • Escalada de compensación: En las ocasiones en que, los padres, adoptan una actitud más dura estableciendo limites, el niño como respuesta a esto e, intentando mantener su autoridad y control sobre ellos, ejerce más violencia.

En este punto, la relación entre padres e hijos, se ve entrapada en un círculo vicioso donde no hay salida saludable posible y, donde cada vez ,el niño va ganando más poder y control sobre sus progenitores.

Es normal observar que, producto de este comportamiento, los padres reaccionen con agresividad y violencia frente a los ataques de su hijo pasando de ser un caso de violencia filió-parental a uno en que las agresiones son de ida y vuelta.

Dentro del grupo de niños que presentan este síndrome, se pueden observar dos grandes grupos que se diferencian ente si por sus características particulares:

  • Niño narcisista: Pueden llegar a experimentar todas o casi todas la emociones normalmente sin ninguna dificultad, sin embargo les cuesta mucho por no decir que les resulta imposible ponerse en el lugar de otros. No tienen la capacidad de entender lo que los demás sienten. En este caso la falla no es en la capacidad de ser conscientes sino de empatizar con las emociones y experiencias de las demás personas. Esta característica puede ocasionar graves problemas en la edad adulta al dificultar el desarrollo de relaciones saludables y equilibradas.
  • Niño tirano resentido: Este menor siente que la vida está en deuda constante con él, pues le ha quitado la posibilidad de disfrutar de un sin número de experiencias y habilidades que si han gozado otros con los que él se relaciona. Para en la única forma de arreglar esto es quitarle a los demás estos privilegios injustamente otorgados. Siente una necesidad de venganza muy intensa para lograr remediar esta injusticia que la vida le ha dado. Sus víctimas nunca entienden porque son motivos de estos ataques ni de la hostilidad hacia ellos.

Síntomas

Ya hemos mencionado algunos síntomas que pueden significar la presencia de este síndrome en un niño.

  • Las rabietas en espacios públicos o frente a la familia exagerando y buscando llamar la atención.
  • La constante intención de sobreponer su voluntad frente a las decisiones de los padres.
  • La irritabilidad frente a situaciones que no controla.
  • La insistente búsqueda de conseguir siempre lo que quiere, buscando aliados (familiares, adultos amigos) para conseguir.

Todos estas son las señales a las que deben estar atentos los padres para detectar la posible presencia del síndrome.

Prevención

Queremos compartir algunas estrategias y herramientas que permitan a los padres prevenir la aparición de estas conductas en sus hijos.

Para esto, es necesaria la actuación responsable de los padres desde las edades más tempranas de sus hijos, ejerciendo una preocupación cercana y atenta por las necesidades emocionales y de desarrollo de estos, poniendo énfasis en la educación y los factores formativos de su crecimiento. Es necesario establecer valores morales con referencias claras en el comportamiento cotidiano, ejemplificándoselo a los hijos a través del propio actuar. Una de las formas en que el niño aprende los diferentes valores humanos y conductas es viendo a sus padres, luego de lo cual actúa imitando lo que ha observado en ellos. En otras palabras es importante que los padres sean modelos de comportamiento, predicando con el ejemplo, fortaleciendo así un enfoque positivo y constructivo de la vida y al mismo tiempo el entendimiento del bien y el mal, promoviendo a sus hijos una vocación de actuar en consecuencia con estos valores y parámetros.

En complemento a todo lo anterior es necesario entregar seguridad emocional a los hijos, valorándolos por lo que son, destacando sus logros, apoyándolos en sus dificultades y reforzando el optimismo y el compromiso con sus propios intereses. Desarrollar en ellos su sentido de la responsabilidad frente a sus actos, que sean conscientes que cada acción tiene repercusiones en su entorno. Para conseguir esto es fundamental establecer limites claros, mantener siempre una relación de autoridad frente a ellos(lo que no significa abusar de ella), que experimenten siempre las consecuencias de sus decisiones y promover el acercamiento a actividades solidarias o de servicio a la comunidad para que así conozcan otras realidades y sintonicen con ellas. Como ya hemos mencionado la educación global y en valores humanos es la herramienta natural más saludable para prevenir este tipo de síndrome.

De igual forma, es vital estar muy atentos al comportamiento de los menores, para así poder detectar las señales de su aparición en una etapa temprana de desarrollo y, abordarlo adecuadamente. Si los síntomas aparecen es imprescindible contactar a un especialista que pueda guiar el proceso de tratamiento más adecuado y efectivo teniendo en cuentas las características personales del niño y su familia.